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Vivimos en una época en la que administrar el amor parece haberse convertido en una estrategia más que en un sentimiento puro. Nos encontramos atrapados en dinámicas de juego donde fingir desinterés o posponer respuestas a mensajes se ha normalizado como una forma de mantener el control emocional. Sin darnos cuenta, hemos aprendido a ocultar lo que sentimos, creando barreras entre nuestros corazones y aquellos que amamos, por miedo a parecer vulnerables o a ser juzgados. Pero, ¿qué consecuencias trae consigo esta gestión calculada del amor?
El ser humano es, por naturaleza, un ser emocional, pero la sociedad moderna nos ha inculcado la idea de que mostrar sentimientos es un signo de debilidad. Esto ha llevado a que, en nuestras relaciones, adoptemos posturas de aparente indiferencia como mecanismo de defensa. Por ejemplo, retrasar la respuesta a un mensaje, evitar hablar de lo que realmente sentimos o minimizar nuestros propios deseos son comportamientos cotidianos que delatan esta tendencia. Pensamos que actuar de manera fría nos hace ver más seguros, más interesantes, cuando en realidad solo nos aleja de la conexión auténtica.
Esta actitud no solo afecta nuestras relaciones amorosas, sino que también erosiona nuestra propia autoestima. Al reprimir nuestras emociones, creamos un abismo entre lo que sentimos y lo que mostramos, perdiendo la capacidad de comunicar con honestidad y claridad. Con el tiempo, esta desconexión puede hacernos sentir vacíos o insatisfechos, porque el amor, en su esencia, no se puede controlar ni manipular sin pagar un precio emocional.
El miedo al juicio también juega un papel importante. Creemos que al expresar nuestro verdadero amor podemos parecer «demasiado» o que nuestras emociones no serán correspondidas. Sin embargo, al permitir que este temor nos paralice, renunciamos a la oportunidad de experimentar el amor en toda su profundidad y belleza.
Es momento de reflexionar sobre cómo estas dinámicas nos alejan de la autenticidad que el amor merece. Más que administrar el amor, deberíamos atrevernos a vivirlo plenamente, sin miedo ni estrategias. El amor no se trata de medir fuerzas, sino de construir puentes, de abrazar la vulnerabilidad como una fuerza que nos humaniza y nos conecta con el otro.
Cierre
Amar es un acto de valentía en un mundo que nos enseña a ocultar lo que sentimos. Por ello, permitámonos amar sin restricciones ni cálculos, porque solo así lograremos encontrar en el otro ese reflejo de lo que somos en nuestra forma más pura: seres capaces de sentir y de entregar lo mejor de sí mismos.
Con el deseo de que estas líneas te ayuden a ser aún más ¡pleno y feliz!
Si Dios lo permite, volveremos a encontrarnos en una hermosa reflexión más, hasta pronto.
#LasCosasComoSon
Claudia López Hernández