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Encanto, Rosarito BC

Entre el magnetismo del mar y los detalles que incomodan

Por Alpha Magazine

Rosarito, Baja California, se ha consolidado como un destino gastronómico vibrante donde la cocina de autor convive con el encanto del mar. Entre sus propuestas más comentadas se encuentra Encanto, un restaurante que ha sabido ganarse un lugar en la lista de visitas obligadas para locales y turistas. La promesa es clara: una experiencia sensorial completa que combina la brisa marina, una vista privilegiada y una carta que busca resaltar lo mejor de los sabores del pacífico mexicano.

Sin embargo, como toda experiencia gastronómica de alto perfil, Encanto no está exento de contrastes. Mi visita reciente confirmó lo que muchos comensales comentan: mientras que el lugar logra encantar con su atmósfera y sazón, también enfrenta retos logísticos que no pueden pasarse por alto.

El acceso y la primera impresión

Llegar a Encanto es sencillo si uno se desplaza desde Tijuana o desde el centro de Rosarito. El trayecto por la carretera escénica ya prepara el ánimo con postales del océano. El problema comienza al llegar: el estacionamiento. Además de ser limitado, el costo ronda aproximadamente en 200 pesos por auto, una cifra que resulta elevada para muchos residentes locales. Si bien el espacio reducido se entiende por la ubicación costera, esta primera interacción deja un sabor agridulce. En un destino turístico donde la hospitalidad debería comenzar desde la llegada, este detalle puede percibirse como un obstáculo innecesario.

Superada la entrada, la experiencia cambia de tono. El ambiente del lugar es acogedor y con una vibra mexicana, siempre acompañado por la música en vivo y una decoración que mezcla rusticidad con elegancia contemporánea. Desde la terraza, la vista del Pacífico es, sin duda, uno de los grandes atractivos.

Servicio y tiempos de espera

Uno de los puntos donde Encanto enfrenta más críticas es en los tiempos. En mi caso, la espera para ser sentado se prolongó más de lo esperado, se entiende, las visitas son nuerosas. Una vez en la mesa, la atención del personal fue amable y profesional, pero la espera por los platillos fue demasiada. Esta demora afecta la dinámica de la experiencia, sobre todo cuando se trata de una comida que debería disfrutarse de manera relajada, no con la sensación de estar perdiendo tiempo valioso, aun las bebidas ayudan a mitigar el tiempo.

A esto se suma otro detalle que puede incomodar: las moscas. La apertura del lugar y la cercanía con la costa hacen difícil controlarlas, pero en un restaurante de este nivel, los comensales esperan medidas más visibles para mitigarlas. Aunque no arruinan la experiencia, sí generan momentos incómodos que contrastan con la elegancia del entorno.

El corazón de Encanto: la comida

Donde el restaurante realmente brilla es en su propuesta culinaria. Los platillos muestran una sazón destacada, con equilibrio entre tradición y cantidad. Los cortes de carne son jugosos y bien preparados, los mariscos frescos y con el toque justo de especias. Cada bocado transmite la intención de ofrecer algo memorable.

Los cocteles y la carta de vinos complementan de manera elegante la experiencia. Una copa de vino tinto frente al atardecer se convierte en un ritual que explica en parte por qué Encanto se ha vuelto tan popular. La calidad de los ingredientes y el cuidado en la presentación muestran el compromiso del restaurante con ofrecer un nivel competitivo frente a otros referentes de la región.

El balance final

Al terminar la visita, uno se queda con la impresión de que Encanto es, efectivamente, un lugar al que vale la pena ir. La vista, el ambiente y el sabor hacen que la experiencia se convierta en un recuerdo grato, pero existen áreas de mejora que deben atenderse con urgencia.

En la balanza, los aspectos positivos pesan más que los negativos, y por ello muchos comensales —incluyéndome— terminan repitiendo la visita. Al final, Encanto honra su nombre: logra seducir con su entorno y con su cocina, hacen de la experiencia una muy buena.

Últimas palabras

Encanto en Rosarito BC es un recordatorio de que la gastronomía no se limita al sabor de los platillos, sino que abarca toda la experiencia: desde el acceso y la logística hasta los detalles del servicio y el ambiente. Con ajustes en sus tiempos y servicios complementarios, tiene todo para consolidarse como uno de los referentes gastronómicos del noroeste mexicano.

Mientras tanto, quienes lo visiten deben ir preparados: para esperar un rato, pero si no tienes prisa no será problema. A cambio, recibirán una de las mejores combinaciones de sabor y entorno que Rosarito tiene para ofrecer.

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